Dear Substance of Kin

Deconstructeam, 2019

Un viajero asoma por el costado de un pueblo. Camina lento, arrastrando los pies en una calma inmortal y cargando con un caldero. Dicen que es capaz de cumplir cualquier deseo y que para llamarle hay que colgar una tela ensangrentada en la entrada de casa, esperar a que toque tres veces a la puerta y confesarle tu ruego. Si le cuentas la verdad y confiesas ante los demás tu verdadero anhelo puede que acepte, pero hay que pagar un alto precio. Al calderero no se le puede pagar en oro ni especias, sino con una sustancia hecha de vísceras, sacrificios y pedazos de seres queridos. «Abandona la carne, abandona el nervio. Ahora eres mi magia. Ya no seguirás pecando».

Dear Substance of Kin

Dear Substance of Kin nos emplaza a un territorio marchito, a un pueblo estancado y podrido en sus más oscuros antojos. Las casas tapiadas, los árboles retorcidos, la gente cubierta de harapos y picores… Si alguna vez este fue un lugar de prosperidad, hace mucho que se fue. Pero, ¿es esta gente víctima de una decadencia que la ha empujado al abismo de sí misma? ¿O son sus macabros deseos los que han condenado a la tierra? Aquí solo estamos de paso, encarnando ese calderero, como un burócrata del destino, que viene, ve y exige, cumpliendo eternamente con esta tarea a cambio de tiempo infinito. El cazador quiere convertirse en un cuervo enorme para alimentarse de viejos enemigos y el carnicero quiere transformar a su hijo en una bestia que atemorice a sus vecinos. ¿Hasta qué punto puede afectar el delirio personal a lo comunitario, lo inmediato y lo compartido? A cambio puedes exigirle el corazón de una hija, el páncreas de una esposa o el estómago de una madre. ¿Cuál es el coste justo por el ansia de poder, la lujuria desmedida y el demasiado orgullo? No hay recetas fijas, pero al elegir, juzgamos y al juzgar, condenamos. ¿Qué líneas trazaremos sobre sus pieles para recitar el conjuro?