Localhost

Aether Interactive, 2017

Es tu primer día de trabajo. Un taller, un escritorio, el cascarón de lo que llaman Persona Interactiva Sintética. Tú única tarea es borrar cuatro discos duros. Sencillo, breve, conciso. Pero hay un pequeño inconveniente: están bloqueados, y la única forma de que se abran para el borrado es hablar con las inteligencias artificiales que los habitan y convencerlas de ello. A partir de esta premisa Localhost se desarrolla como un juego conversacional enmarcado en un tira y afloja, de disco en disco, navegando las lógicas, las excusas y las propuestas de unas IA repletas de humanidad fingida. O al menos eso parece, porque no pasa mucho rato hasta que empiezan a brotar las dudas. ¿Cómo de diferente eres de esas máquinas que solo te piden que no las elimines? ¿Qué derecho tienes a borrar una entidad consciente de sí misma? ¿Qué significa ser humana?

Cada una de estas inteligencias artificiales tiene una personalidad definida, una manera de hablar, de pensar, de ser y de resistirse al borrado. Las expresiones de su identidad van desde el amor al miedo, pasando por la memoria, la decepción o la euforia. Charlando con ellas descubres cómo son, qué les ha pasado, de dónde vienen, qué experiencias han tenido, y cómo reaccionan a ser introducidas en un cuerpo que, todas coinciden, no es el suyo. A medida que avanzas, la cuestión por el ser, la pertenencia, la vida, la muerte y cualquier otro interrogante que cubriríamos con la palabra humanidad van plastificándose. Pasan de ser certezas a una negociación, y a todo lo que te define a ti misma como persona se le añade una pila de incertidumbres en perpetuo crecimiento. En paralelo, tu jefe te presiona cada vez más para que acabes cuanto antes o, de lo contrario, olvidarte del sustento.

Localhost

En el corazón de Localhost late ese terror existencial que nos acompaña en mayor o menor medida desde que somos lanzados al mundo. Podemos escudarnos bajo el pragmatismo y decirnos que esto no es más que trabajo, pero el más mínimo titubeo supone un tremendo obstáculo. En el intercambio con estos personajes sintéticos les vamos invistiendo de esa dignidad rogada con el simple acto de sentarnos a escucharlas. Y al verlas tan agarradas a la vida, tan complejas y tan humanas, la naturaleza que acaba siendo puesta en cuestión es, inevitablemente, la nuestra.