Carlos Lapeña ha hecho de la diletancia una profesión. Muchas veces ha afirmado que le gustaría no ser heterodoxo, pero no le sale. Unos días escribe, otros, hace películas, habla por la radio, hace guiones, investiga, diseña visuales para el teatro o se sube al escenario en un buen ejemplo del trabajo que cuesta no trabajar. A veces, muy pocas, le premian, pero de normal no le suelen hacer mucho caso. Cocina, vive y se ríe a diario. Una vez ganó mucho dinero e intentó comérselo antes de que se le echara a perder. Lo cocinó de muchas formas, pero le resultó insípido e indigesto. Desde entonces un firme defensor del patrón pimientos del piquillo, aunque se sabe que no hace ningún asco a cobrar en alubias, tomates, anchoas o jamón del bueno.
